Hermano mayor

Mi hermano se llama Humberto, y dicen qué desde qué aprendió a hablar, pedía un hermanito.

Tardé 9 años, pero llegué.

Tanto quería tener un hermanito, que me tomó demasiado en serio. A veces incluso, casi que las responsabilidades de un padre tomó conmigo.

Bien se hubiese podido llamar Ulises, pues la integridad siempre ha regido su vida. De hecho, no creo que conozca alguien más que sea tan bueno.

Nuestro padre siempre fue un lector, y parece que esto le venía del suyo. Sin embargo, fue mi hermano quién se adentró en la literatura más compleja y hasta quizá atormentada. A él le debo a Salinger, a Borges, a Nabokob y a tantos más. En gusto literario quizá nos dista únicamente el latinoamericanismo del que me enamoré viviendo en Europa. Quizá por nostalgia, pensará él.

Todo lo que cuento de los libros, se puede aplicar en la música. Y aquí quizá nos dista el que yo sí me quedé “anclado en 1990”.

Él los universales. Yo los noventeros. Llamémoslo un empate.

Desde niño me hizo descubrir el mundo. Llámese conciertos prohibidos a la edad puberta hasta un viejo hostal Madrileño. Yo no sé si hubiese sido un tan buen hermano… en serio.

Gusto mucho en mi vida de regalar. De dar. Pero debo decir que cada vez que él me regala algo, me da en el clavo. A veces hasta me asusta, quizá me tomo por alguien complejo pero al fin y al cabo, soy un animal de costumbres. Y él las conoce.

Soy una persona feliz en mi hogar, con mi esposa y mi hija. Hogar que seguramente replica en mi corazón la felicidad que conocí de niño, gracias a mi hermano.

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