Rutina

Tener o practicar una rutina debe ser lo más cercano a recordarnos que somos animales.

Cierta filósofa a quién leía recientemente decía era más fácil una persona haga algo por rutina que por convicción o esfuerzo. Y es muy probable.

Tengo un par de años de viajar a Colombia por mi trabajo. Y en estos últimos, este ritmo se ha acentuado desde que de mi empresa abrimos una oficina en el centro del país.

Bogotá es una ciudad imponente. Maravillosamente grande por dónde se le vea. En extensión pero también en cultura. Bogotá, el DF, São Paulo, Lima y seguramente Buenos Aires & Santiago (que no conozco) son esas capitales que le faltaron a latinos que vienen de países pequeños, como es mi caso.

En Bogotá he instaurado una rutina con el paso del tiempo. La cuál repito con disciplina religiosa o casi de niño jugando.

Mi rutina inicia en la Casa Tomada. Si es de mañana, “mi lista del súper” se acompañará por un café. Si por el contrario voy por la tarde, de una cerveza. La Casa Tomada es un nombre tan latinoamericano, por su origen como por las casas tomadas que he podido conocer y que se adueñan o “toman” tan bien de este título. La bogotana es un ejemplo de ello. Pocas librerías he visitado en mi vida que me parezcan tan bellas y románticas. Da un no sé qué al ego que a uno lo empiecen a reconocer en este tipo de lugares. Usted a Colombia viene a comprar más libros que café, me dijeron en mi último paso.

Hechas las compras, me gusta ir a ese restaurante tan bogotano “Abasto Quinta Camacho”. Me gusta su comida y agradezco a quién me lo presentó, pero me gusta más su ambiente. Ver tantos comensales que vienen seguramente dándole sus fines de semana desde hace décadas es una delicia que da un aire intemporal y de vídeo de Fito Páez de los años noventa. Además de una comida, me encanta poder llevar ciertos ingredientes con los cuales junto a mis libros llenar mi maleta de vuelta, como la panela orgánica de la que tanto gusta mi hija.

Dos lugares parecen poco para un día, sin embargo quienes conocen el tráfico bogotano saben qué hacer un tercero con calma es menester de este.

Qué más que coronar con un buen café de Colo, el de la llamada zona T. Existen muchos otros cafés en Bogotá, que sirven también un café de excepción, pero debo confesar que me encanta de este toda la experimentación que del cacao ahí hacen. Desde los brownies hasta el chocolate caliente. Si nunca he probado un postre en la Quinta Camacho, pues he aquí al culpable.

Mis pasos por Bogotá son cortos. Y rutinarios. A veces la rutina se logra alargar si mi siguiente vuelo tiene algún retraso. Y esta última vez, este retraso (evento tan bogotano y tan colombiano al fin y al cabo) me permitió vivir la escena de la taberna del Ulises, en una taberna.

Es usted también un adepto a las rutinas (cualesquiera que sean)?

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