Este día, 25 de enero estoy llegando al final de mis 10 días de cuarentena obligatoria que los Emiratos Árabes Unidos imponen a quién haya dado positivo a la Covid-19.
Les escribo desde un cuarto de hotel, en Dubaï. Diez días que me han servido de muchísima reflexión. Luego de haber un día conocido una detención en el DF (les debo esa malandanza) me juré que cada experiencia en mi vida iba a aportarme algo, e iba a tratar de verla de esa manera. Rayas al tigre cómo bien lo dice el dicho.
Esta experiencia ha sido de todo, menos simple. Un carrusel de emociones. No ha sido simple pero tampoco catastrófica. Estoy en un hotel, tengo comida y lo más importante de todo, pasé la Covid asintomático.
Partiendo de eso, aprendo nuevamente a ser relativo. De los males, el menor.
Qué hace uno de su tiempo? Creo que no aprendí a valorarlo, pero si me permitió redefinirlo. Siempre he dicho que el tiempo es valioso y qué en mi caso, el Estado francés en 2020 me lo había otorgado con todos los confinamientos (sin saber realmente cuál era su valor). Esta vez no lo viví igual. La razón ? Pues una muy sencilla: el tiempo puede ser también, tiempo muerto. Muerto sí, si no podemos vivirlo junto a las personas que son nuestros ojos del día… en mi caso: mi esposa y mi hija.
Qué no hace uno del tiempo muerto? Disfrutarlo.
Y cómo lo aprovecha uno? Organizando una rutina que permita a los días pasar lo más rápidamente posible.
Leer: leí 3 libros. Hesse, Bolaño & Stevenson me acompañaron. Empecé 2 más que compré en línea y que me trajeron a la puerta de mi cuarto, del poeta persa Rumi. Intenté empezar un libro digital de Pavic qué mi hermano gentilmente me pasó. Pero no pude coquetear con el digital, le pertenezco a los libros impresos. A veces soy tan Old Fashioned que hasta me avergüenzo.
Organicé & revisé, más que avanzar, algunos libros qué llevo un par de años ya (me doy cuenta de ello) escribiendo. Es el tipo de cosas que me dan pena contar. Pero sí, desde hace tiempo escribo.
Hice ejercicio. Soy tan arcaico que me creí un presidiario (al mismo tiempo, no podía salir de mi cuarto).

Trabajé todos los días, salvo uno que me sentí cansado. Y debo decir, la eficacia no es la misma.
Vi películas. Varias. Incluso Rambo. Hay cine de autor y personas que no saben qué John Rambo es Jean Rimbaud dicho en inglés. Vi una serie extraña, de vampiros en una isla de EEUU.
Mis días de rutina pasaban lentos, salvo cuando veía a mis chicas. Antes de la escuela y el trabajo, o a su regreso. Mis ojos del día.

Me escribieron amigos. Se los agradezco. Me escribieron y estuvieron pendientes de mi, amigos que conocí en Dubaï. Se los agradezco de sobremanera. No tenían porqué hacerlo, y aunque parezca poco para ustedes, créanme no lo voy a olvidar, pues para mí no lo fue.
Comí sin apetito.
Fuimos dos Belcos a quedarnos varados. Laure, mi partner in anything but crime, quisiera que entendieses estas líneas que relatan mi experiencia, seguramente no tan lejana a la tuya.
Y al final de todo, intento decirme qué debo ver las cosas de una forma colectiva: si no hubiese hecho y respetado esta cuarentena, a lo mejor alguna persona hubiese pasado un momento mucho peor que el mío, tanto esta cómo alguna familia.
En 1h45 termino mi cuarentena, y con mi libertad recuperada, el camino de vuelta a Francia (qué espero, no será muy largo). A ciegas pero avanzando, para encontrar de vuelta a los ojos de mis días.
Qué se acabe ya este pinche Covid. Qué el final de esta pesadilla no sea ya tan lejano, nos lo deseo a todos.
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