Literatura

Antes que la crisis sanitaria explotase, hice uno de los viajes probablemente más fatigantes (y después de lo que hemos vivido, puedo decirlo, sin sentido) de mi carrera: una semana estuve en Guatemala y a la siguiente en India. 

En Guatemala estuve en Huehuetanango, al norte del país, y pude comprar un libro de un empresario guatemalteco de origen maya q’anjob’al: Migrante de Marcos Antil. Con ese libro me prometí a mi mismo intentar volver a tener el ritmo de lectura que solía tener cuando era universitario. Luego de una década de vacío literario, sentía era el momento de volver a llenarme. Como bien dice aquel cartelito que leíamos en las bibliotecas cuando éramos niños: si no leo, me aburro

De Guatemala tomé un vuelo hacia Panamá con dirección a París, después de una escala de 10 horas, tomé otro vuelo con dirección a Bangalore en India. El cansancio de este viaje, creo que no me permitió concentrarme en algo sustancialmente importante: disfrutar de estar por primera vez en India. En las fincas de India, mi celular no marcaba ni señal ni internet. Paz absoluta. Aunque también muchas noches la electricidad faltaba. Aunado al cansancio del viaje, se sumaban las caminatas en fincas, que me hacían cerrar los ojos al tocar la almohada. 

Empecé incumpliendo mi promesa de convertirme nuevamente en el lector ávido de antaño. Sin embargo, una experiencia bastante curiosa me ocurrió: el productor de café en cuya finca estaba durmiendo no podía llevarme al aeropuerto, y me mandó a dejar con su motorista. Un motorista que no hablaba una palabra de inglés. De una zona rural cercana a Mangalore, hice un trayecto de más de 3 horas con una persona incapaz de comprenderme. Qué puedo decir, fue una situación bastante peculiar, awkward como dicen en inglés (me parece esta palabra ejemplifica perfectamente la mezcla entre raro e incómodo). En ese trayecto leí el libro. Llámenme mil ochocientos y tanto, sí.

Llegando al aeropuerto, algo muy gracioso me ocurrió: otro productor a quién había visto al inicio de mi viaje me llamó para darme unas muestras de café antes que me fuese. Cuando lo encontré, para acompañar las muestras, me invitó una cerveza. Una cerveza que no vino sola, y que otras acompañaron. Vaya idea tan genial previo a un vuelo largo. Pero estas cervezas animaron la lectura de un libro que compré por una librería bastante popular de Bangalore: Narcopolis de Jeet Thayil. 

Desde el salón de Air France hasta el desayuno previo al aterrizaje, Narcopolis tuvo su ocaso. Y así, en menos de 24 horas (creo, si el Jetlag no me opaca la visión real del tiempo) leí dos libros. Creo que ni el Ángel de antes de 2010 había hecho eso. 

Posterior a mi llegada en Francia, la crisis sanitaria ocurrió, y contribuyó también a reencontrar al ávido lector de antaño. Hoy día, en 2021, estoy leyendo prácticamente 2 libros por mes. Con una perspectiva bastante distinta a cuando era mas joven, seguramente mi madurez me hace buscar mas allá, mucho más allá, de los clásicos. 

Es por este proceso, que uno de los tridentes del Jetlag, es la literatura 😉.

Una respuesta a “Literatura”

  1. Muy buena redacción!! Anima a seguir leyendo cada párrafo.

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