“Huevón si apenas importan los colibríes o hasta las abejas, crees que a alguien le van a importar las moscas?… y eso qué todos comen chocolates”.
Te conocí por las abejas, emprendimos un camino por las flores, y Borges dio la bendición final a nuestra amistad (ese escritor del cual de un cuento suyo el Gabo se basó para escribir su novela más notoria -mas quién sabe si notable!-… con quién más tener esas conversaciones, amigo).
Hay amistades que le hacen a uno creer en la metempsicosis, no es seguro que reencarnemos, pero para intentar comprender esa inexplicable relación que nos permite estrechar lazos con algunas personas, aunque sea apenas poco tiempo que las conozcamos.
Parafraseando a Borges, de nuevo, que tu partida te colme de descanso, descanso y nada más, sin matices.
De tu legado ya nos encargaremos quienes te conocimos, cuidando la vida en una finca, en la casa de un jardín, leyendo (quizá hasta escribiendo), amando el arte en todas sus facetas, riendo, y en mi caso; contándole a tu ahijado quién fue esa luz en este mundo tan opaco, que un día, lo apadrinaría.
Te despides hoy del club de los imposibles de Pijao, pero cada vez que quiera escaparme de esta rutina te iré a buscar, para sembrar esquejes de flores silvestres por una temporada en la Hacienda Mallorca.


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