Siempre escribo.
Todo el tiempo me acompañan libretas. Dónde quiera que vaya. A veces anoto lo que escribo en algún blog, en algún relato abierto, dónde sea… pero otras tantas estas palabras terminan en el olvido.
Limpiando mi escritorio encontré algo que escribí en el DF, en otro marzo, ese del 2016. Y curiosamente me recuerda lo que hoy día siento, pero sobretodo, me recuerda no debo olvidar lo que ese día tuve tan claro.
México DF, 26/03/2016
Quizá es tarde para empezar mis escritos de comprador de café?
Aunque siempre es mejor empezar que nunca hacerlo.
Tengo casi 3 años de ser comprador de café, y creo, mi mayor lucha es que el camino no me convierta en una versión cafetera de don Quijote Asanchado.
Optar por dejar una vida me hizo fuerte. Luchar por mantenerme animado por lo que hago, me hace fuerte. Poder dar una ilusión, te da fuerzas. No corromperme, me permite seguir.
Desde hace un tiempo, el café dejó de ser mi pasión.
Soy un buen catador, un comprador justo, y sobretodo, un excelente vendedor.
Catar bien me permite poder encontrar buenos cafés. Ser un justo negociador, encontrar mercados estables y duraderos para los cafés que encuentro. Y venderlos bien, poder comprar más el año siguiente.
El café es mi mejor herramienta para poder luchar por un mundo más justo, pero no es mi vida.
El café es mi mejor excusa para seguir ayudando a mi país (como a otros). Es la mayor excusa para mí, que por haberme ido, no llegué a ser el dirigente que pude haber sido y que tanto anhelaba para cambiarlo.
Todo esto es el café. Pero no es, en fin, mi vida.


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