La rabia

Rabia.

Tener rabia.

Qué te dé rabia.

Qué rabia que te muerda un perro errante.

Qué rabia que te muerda antes de un viaje.

Qué rabia tener que pensar un esquema de vacunación contra la rabia… en 3 países.

Qué rabia llegar al país de la sonrisas y que cada vez se parezca más a Miami, en feo y sin árboles.

Qué rabia que hoy lo envuelvan en un paquete de regalo con simbología nazi de corte disneylándica.

Qué rabia estar cansado y por ello decirle que sí que venías de vacaciones a la del rent a car, para no extender la plática.

Qué rabia que te diga que es una dicha, que ella nunca se ha ido de vacaciones.

Qué rabia que te pregunte si crees en la reencarnación, porque ella sueña con tener en otra vida, una mejor a la que hoy día tiene.

Qué rabia que te pregunte si entendes porqué deben existir las clases sociales.

Qué rabia no saber qué responderle, y que sea ella quién cierre el monólogo excusándose si te incomodó y achacando su dejo de sinceridad (al cuál llamó atrevimiento), a su jornada de dieciséis horas laborales.

Qué rabia que lo de las sonrisas, nada más que un eslogan siga siendo.

Y ahí se te va la rabia.

Se te va porque nunca la tuviste, y aunque te faltan dos dosis y sean inyecciones de fuego, no la vas a tener.

Se te va también, porque no podes tener rabia en tu vida, al menos yo en la mía que con todo y sus altibajos, tanto me ha dado.

Y lo más importante, que se te vaya, porque con ella nadie avanza hacia nada bueno.

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